viernes, 11 de septiembre de 2015

EL PAIS DE LOS VOLCANES

Ya sé que la primera entrada de Indonesia la titulé Probablemente el país con más islas del mundo, pero además de pulaus y gilis (islas e islotes en indonesio), los volcanes son otro atractivo turístico a destacar del que llaman el país del cinturón de fuego.

Ya en nuestro primer día en Indonesia, en el vuelo de Yakarta a Yogyakarta vimos cuatro volcanes desde el avión. Pero nuestra "experiencia estrella", en lo que a volcanes se refiere, ha sido alcanzar el mirador del Parque Nacional del Gunung Bromo, Tengger, Semeru y subir al cráter del Bromo y ver su caldera.

Para lo primero tuvimos que levantarnos a las 2 de la mañana. Un 4x4 nos llevó hasta el mirador que estaba aproximadamente a un hora del hotel. La idea era ver amanecer desde el mirador, pero reconozco que la larga y fría espera no vale la pena, ya que el sol no sale por detrás de los volcanes, sino más a la izquierda. Eso sí, como llegamos tan pronto y aún era de noche pudimos ver a lo lejos la lava del Raung, que entró en erupción el pasado mes de julio. Además, una vez el sol salió, la estampa de los principales volcanes de este parque nacional es absolutamente espectacular.

Tras las fotos de rigor, buscamos a nuestro guía y a nuestro conductor de 4x4 y sobre las 6:30 ya estábamos en el Mar de arena (Laotian Pasir) una explanada inmensa llena de arena volcánica, donde aparcan los jeeps de todos los turistas y donde muchos lugareños ofrecen sus caballos para hacer más llevadero el ascenso por la falda del Bromo. Aquí también se reúnen vendedores de mascarillas y de souvenirs varios.

Aunque en apariencia el camino al Bromo no tiene dificultad, se hace un poco duro andar sobre arena volcánica (parece arena de playa), con caballos levantando la misma a su paso (las mascarillas no sirven para nada) y para rematar tener que subir 253 peldaños, según la Lonely Planet (nosotros no teníamos cuerpo para contarlos después de la caminata desde el jeep).

Después de subir los susodichos peldaños y alcanzar los 2.392 metros del volcán, te encuentras la caldera, cubierta de ceniza, humeante y rugiente. Impresiona escuchar el ruido que generan las entrañas de nuestro planeta. Y luego está el olor... Difícil de soportar.

Tras hacer varias fotos, bajamos por donde habíamos subido sin esperar ni un minuto más (el olor era muy fuerte y desagradable, como de podredumbre). Hay personas que se aventuran a rodear el cráter, pero nosotros lo veíamos inviable. Primero, por el olor y segundo, porque sólo una parte muy pequeña del cráter tiene barandilla.

A pesar del madrugón, merece la pena visitar tanto el mirador cPara lo primero tuvimos que levantarnos a las 2 de la mañana. Un 4x4 nos llevó hasta el mirador que estaba aproximadamente a un hora del hotel. La idea era ver amanecer desde el mirador, pero reconozco que la larga y fría espera no vale la pena, ya que el sol no sale por detrás de los volcanes, sino más a la izquierda. Eso sí, como llegamos tan pronto y aún era de noche pudimos ver a lo lejos la lava del Raung, que entró en erupción el pasado mes de julio.
Además, una vez el sol salió, la estampa de los principales volcanes de este parque nacional es absolutamente espectacular.
Tras las fotos de rigor, buscamos a nuestro guía y a nuestro conductor de 4x4 y sobre las 6:30 ya estábamos en el Mar de arena (Laotian Pasir) una explanada inmensa llena de arena volcánica, donde aparcan los jeeps de todos los turistas y donde muchos lugareños ofrecen sus caballos para hacer más llevadero el ascenso por la falda del Bromo. Aquí también se reúnen vendedores de mascarillas y de souvenirs varios.
Aunque en apariencia el camino al Bromo no tiene mayor dificultad, se hace un poco duro andar sobre arena volcánica (parece arena de playa), con caballos levantando la misma a su paso (las mascarillas no sirven para nada) y para rematar tener que subir 253 peldaños, según la Lonely Planet (nosotros no teníamos cuerpo para contarlos después de la caminata desde el jeep).
Después de subir los susodichos peldaños y alcanzar los 2.392 metros del volcán, te encuentras la caldera, cubierta de ceniza, humeante y rugiente. Impresiona escuchar el ruido que generan las entrañas de nuestro planeta. Y luego está el olor... Difícil de soportar.
Tras hacer varias fotos, bajamos por donde habíamos subido sin esperar ni un minuto más (el olor era muy fuerte y desagradable, como de podredumbre). Hay personas que se aventuran a rodear el cráter, pero nosotros lo veíamos inviable. Primero, por el olor y segundo, porque sólo una parte muy pequeña del cráter tiene barandilla.
A pesar del madrugón, merece la pena visitar tanto el mirador como el cráter del Bromo. omo el cráter del Bromo.




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